Javier Hernández el filántropo, la persona que da “por
gracia” lo que ha recibido. Conocedor
de algunos pasajes bíblicos, tiene una verborrea con fuerte carga ideológica
religiosa que convence e a más de uno, sobre todo si esa persona necesita de
los servicios que “don Javier” le proporciona.
Inaugurando escuelas y llevando agua a sectores que lo necesitan, se ha ganado de a poco el afecto de ciertos
sectores populosos de la capital. Claro
que no está mal dar de comer al hambriento ni dar al necesitado, en ese sentido
lo ha hecho muy bien, no hay objeción.
Javier Hernández, el patrón. No es como él mismo se pinta. Más de uno que ha trabajado en la famosa
corporación de venta de ropa de precio bajo y de calidad similar, se han ido
con pleito laboral y denunciando toda clase de vejámenes a los que son
expuestos y las amenazas en caso que se les ocurra “soltar la sopa”. Acaso es delito no dejar que se violen las
garantías mínimas de las normas constitucionales y laborales, definitivamente
no. Pero en el mundo de fantasía creado
por el patrón, todo está bien y hay que agradecerle porque por lo menos cierta
cantidad de guatemaltecos explotados laboralmente tienen la oportunidad de
llevar los frijolitos a la casa.
Javier Hernández el hombre.
Ese ser rastrero, emergido de las zonas marginales de la capital y que
dice llamarse a sí mismo, Ingeniero en Química Farmacéutica, es difícil explicar lo poco que tiene que ver con la profesión de
comerciante en la línea de ropa. La
conexión con una profesión conocida como “cocineros”, cuyos conocimientos
básicos de química en la elaboración de drogas es muy rentable, es una teoría es más aceptable y creíble.
La historia le condena; en Costa Rica fue sorprendido con
una importante cantidad de cocaína y liberado porque la justicia tiene un
precio y la ley recovecos, donde cualquier abogado mañoso puede lograr la
absolución del más maldito de los delincuentes. Involucrado también en la muerte de un
Ministro de gobierno, los antecedentes de actos reñidos con la ley le revelan
como una persona digna de desconfianza.
Ahora al mejor estilo de Pablo Escobar, el poder económico
no le alcanza para que los guatemaltecos de bien le reconozcan y le
acepten. Su principal ardor, el hecho
que la rosca de los canchitos no le acepten.
No contiene en un conjunto de selectos.
Tiene el dinero pero no la alcurnia y el linaje, eso no lo puede comprar
con sus millones de dólares sucios. Por
mil puntos de venta que tenga, por más residenciales que compre para venderlos
en paguitos, ni por más rentas de aviones que haga, la pestilencia de su dinero
puede comprar mujeres, carros, caballos y ropa, pero no le compran un poco de
clase y menos de aceptación.
No es necesario ahondar en otros negocitos que ostenta, si
nunca dejará de ser un “marginal con pisto”.
No es que los políticos no lo quieran.
Eso es tema de otra discusión, él solito se hace odiar por su
prepotencia, su complejo de inferioridad y esa ambición de poder que el dinero
no le ha podido dar. Delicado el caso
de alguien que tiene tres personalidades, con delirios de grandeza, complejo de
Robin Hood y espíritu de José Ernesto Guevara, ignorando que las diferencias
entre izquierda y derecha ideológicas, no son conceptos que se aprenden de la
noche a la mañana y que convencer a un pueblo requiere más que bagatelas, un ignorante con dinero no lo entiende ni lo entenderá nunca.